Las tonterías de Scarlett Johansson contra la monogamia

La Johansson vive en Hollywood, donde lo menos que puede decirse de la monogamia es que, natural o no, no es desde luego habitual.

En realidad, disertar en el enrarecido ambiente de la farándula de lujo sobre lo natural es de suyo bastante absurdo, pero lo dejaremos pasar porque el asunto es bastante interesante.

¿Es natural la monogamia? El primer problema es que no es probable que Scarlett sepa definir bien qué entiende por natural.

Para la mayoría, por influjo del milenarismo ecologista, lo ‘natural’ es lo que se da allí donde no ha llegado o no alcanza la mano del hombre, pero esta definición es inútil cuando la naturaleza a la que queremos referirnos es, precisamente, la humana.

Aun así, quienes con más frecuencia hablan de ‘lo natural’ en el hombre no se rinden, y suelen establecer analogías con otras especies como si cualquier cosa que haga otro animal fuera a ser natural para nuestra especie.

Naturalmente, insisten solo en aquellas analogías que interesan a la agenda progresista; no verán ustedes que nadie abogue por comerse a los hijos sobrantes, como hacen los conejos, o resolver las disputas entrechocando las frentes.

Monogamia: democracia aplicada al sexo

Va de suyo que, con esa frase, Scarlett quiere decir que la monogamia no es buena o, al menos, no es aplicable, aunque imagino que sería ponerla en un apuro preguntarle si rechaza la anestesia, los anticonceptivos o el propio cine que la ha hecho famosa por la misma razón.

Así que me quedaré con la idea, y seguro que acierto, de que Scarlett Johansson ve la monogamia como innecesaria, inconveniente o irreal, o una mezcla de las tres, por no hablar del diario que destaca la declaración en el titular, como buen órgano de la progresía hostil a la familia. O el medio norteamericano de donde lo han traducido: la revista Playboy.

Como no todas las chicas somos igualmente atractivas, en una sociedad no monógama, una parte muy importante de la población se quedaría permanentemente a dos velas

La monogamia es la democracia aplicada al sexo. Es curioso que quienes tienen la monomanía de una igualdad imposible e inalcanzable en todo lo demás suelan ser, en esto, partidarios entusiastas de la más absoluta e indignante desigualdad.

Porque el hecho evidente es que no todas las chicas somos igualmente atractivas, y en una sociedad no monógama, una parte muy importante de la población se quedaría permanentemente a dos velas, no ya sin sexo -que es bastante-, sino con la compañía y el consuelo de una familia y sin la posibilidad de perpetuar su herencia genética.

Un hombre con varias mujeres

Las alternativas a la monogamia son escasas. La ‘comuna sexual’ -cualquiera con cualquiera en cualquier momento- no ha funcionado nunca en ninguna civilización; las sociedades que las han practicado han desaparecido y, desde luego, ninguna de ellas ha llegado a un estadio de civilización apreciable.

A diferencia de una tortuga o un caballo, la cría humana no nace acabada y dispuesta a batirse el cobre a los pocos días de nacer, sino que exige un desarrollo y aprendizaje de muchos años, lo que hace más que conveniente ese entorno protegido que llamamos familia.

Con eso, solo queda la poligamia, y vistas nuestras pautas de reemplazo demográfico, es más que probable que el debate se dé en serio dentro de no mucho. Evolutivamente, la que tiene sentido es la poliginia -un hombre con varias mujeres-, porque un varón puede fecundar a varias mujeres y no se da el caso a la inversa.

Las tonterías de Scarlett Johansson

¿Van apreciando el problema? Sí, el problema es que el rico, el atractivo, el hombre de éxito, tendría varias mujeres. Digamos, cuatro, para ajustarnos al canon musulmán. Bien, eso significa tres varones que se quedan viéndolas venir.

Ahora usted multiplique y entenderá por qué digo que Podemos debería encabezar la lucha por la monogamia para que nadie se quede con su trozo de tan importante pastel.

La monogamia es el mejor invento de distribución del sexo, tanto si es ‘natural’ como si no, y es la fórmula de la que ha surgido nuestra civilización

Ofrecer a cada hombre la opción realista y probable de tener una mujer, y de cada mujer de tener un marido -aun a los feos, pobres y siesos. para constituir un hogar propio con hijos propios supone dar a todos los individuos de una sociedad un poderoso incentivo para trabajar, crear, innovar, ahorrar, proteger, defender, mejorar…

Para llevar a cabo, en fin, todo lo que acaba generando una civilización.

Por el contrario, individuos sin compañía, sin actividad sexual y sin hijos que le hagan pensar en el mañana y no solo en las próximas horas constituyen una receta segura para una sociedad inestable, violenta y brutalmente dividida.

La monogamia es el mejor invento de distribución del sexo, tanto si es ‘natural’ como si no, y es la fórmula de la que ha surgido nuestra civilización, esta civilización compleja, sutil, culta, opulenta e innovadora que permite que existan cosas como la industria del cine y, de rebote, que Scarlett Johansson pueda decir todas las tonterías que quiera.

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